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“Cuando sea rico…” Es una de nuestras frases favoritas. Nos gusta soñar con un mundo de posibilidades y comodidades disponibles a nuestro antojo, y la gran mayoría de las veces tristemente se queda en eso… en una frase. Si tú eres una persona que no sólo sueña, sino que convierte sus sueños en metas para hacerlas realidad, esta sección es para ti.
La riqueza es:
“Número de días que puedes sobrevivir sin trabajar físicamente mientras mantienes tu estándar de vida”. – Anónimo
Hablando en términos financieros, y de acuerdo con esta definición, ¿qué tan rico eres?
Si la respuesta no es tan positiva como esperabas, entonces tenemos que empezar a hacer algo al respecto. A lo largo de mi vida he visto a muchas personas estresadas, vendiendo sus artículos personales o pidiendo dinero prestado, porque no tienen dinero para llegar a fin de mes o para pagar las cuentas, y esto se debe básicamente a una falla en la administración de las finanzas personales. Si esto te suena familiar, lo importante es reconocer el problema, y trabajar en resolverlo.
Primero, tienes que hacer un recuento de tus ingresos (todo el dinero que entra en tu cartera o cuenta bancaria), y tus egresos fijos (todos los gastos que son una necesidad, tales como: renta o hipoteca, seguros, servicios, transporte, comida). Si tus gastos son más que el dinero que recibes, entonces hay que ver en qué estas gastando de más y hacer recortes o adecuaciones. Si aun así el dinero no es suficiente, entonces necesitas buscar otra fuente de ingresos: un aumento salarial (esperando que éste sea merecido) o cambiar de trabajo.
Segundo, tienes que ver cuáles son tus gastos variables (los gastos que son por placer): salidas a restaurantes, paseos, compra de ropa y zapatos, pagos de tarjetas de crédito, celulares, y gastos para placeres momentáneos, como compra de cigarros, comida chatarra, entre otros. A estos gastos también se les llama gastos hormiga. Estos gastos son los que hacen más daño a tus finanzas, porque se va comiendo tu dinero poco a poco, sin que lo notes, y al final, no queda nada para el ahorro, ni si quiera para afrontar una situación de emergencia. Así que se debes eliminarlos o, por lo menos, reducirlos. Con esto no trato de decirte que no disfrutes del fruto de tu trabajo, sino que lo hagas de una manera ordenada y responsable. Se trata de tener la libertad de gastar en lo que deseas, sin que esto implique problemas financieros posteriores.
El tener dinero, o no tenerlo, es más bien un problema de comportamiento; tiene que ver con las emociones. Necesitamos aprender a controlarlas y evitar pasar inmediatamente la tarjeta apenas una tienda mencione un descuento, o algo llame nuestra atención.
Lo ideal para controlar los gastos es hacer un presupuesto. Esto no tiene que ser un proceso complicado. Se deben sumar todos los ingresos mensuales, para después restar los impuestos (si es que tu empleador no lo quita automáticamente de tu cheque) y después todos los gastos fijos. De lo restante, sugiero guardar un 20% para el ahorro, un 10% para un fondo de emergencias, y el resto dividirlo en todos tus gastos variables, dejando un monto libre para los gastos pequeños del día.
Lo más importante de un presupuesto es seguirlo y respetarlo. Al principio, tal vez tengas que hacer algunos cambios, considerar gastos que no tomaste en cuenta al principio, pero eso te ayudará a irlo adecuando de acuerdo con tu estilo de vida.
En los siguientes números de la revista, hablaremos con más profundidad del presupuesto; cómo anular tus deudas, y comenzar a generar riqueza. ¡No te lo pierdas!